El corazón de Jacob se aceleró. Se quedó inmóvil un momento, indeciso entre volver a llamar y el repentino temor de que lo que había llamado la atención de Bernie no fuera algo a lo que quisiera enfrentarse. Jacob dudó, todos sus instintos le instaban a dar media vuelta, a volver a casa y pedir ayuda.
Pero la idea de que Bernie, el leal Bernie, estuviera allí solo le hizo seguir adelante. Agarró un palo cercano y se adentró cautelosamente en el bosque. El tranquilo sendero por el que habían caminado tantas veces le resultaba ahora extraño, el silencio era pesado, sólo roto por el lejano sonido de los frenéticos ladridos de Bernie.