Su perro se adentró inesperadamente en el bosque y, cuando por fin lo encontró, ¡se le heló la sangre!

«Vamos, Bernie», murmuró Jacob, tirando suavemente de la correa, con una pizca de inquietud punzando su calma. Pero antes de que pudiera llevarlos a casa, Bernie salió corriendo. La correa se soltó de las manos de Jacob cuando el perro se adentró en el bosque, y su repentina fuerza hizo que Jacob cayera al suelo, con el corazón latiéndole con fuerza.

«¡Bernie, para!» Gritó Jacob, poniéndose en pie, pero el perro ya era un borrón de movimiento, desapareciendo entre la espesa maleza. La correa iba detrás de él, enganchándose en las ramas mientras se adentraba en el bosque.