Su perro se adentró inesperadamente en el bosque y, cuando por fin lo encontró, ¡se le heló la sangre!

Jacob abrió la puerta principal de un empujón y fue recibido por Bernie, que movía la cola y miraba con impaciencia. «Muy bien, chico, vamos», dijo, enganchando la correa mientras Bernie bailaba excitado. Con el leve aroma a pino que flotaba en el aire, se adentraron en el fresco abrazo del atardecer.

La ruta les llevó a lo largo del linde del bosque, donde las flores silvestres salpicaban el borde herboso con vibrantes amarillos y morados. Jacob respiró hondo, saboreando el fresco aroma del pino mezclado con la tenue dulzura de las flores.