Cuando el equipo de búsqueda levantó triunfalmente su descubrimiento, Dave entrecerró los ojos para verlo mejor. Apenas podía creer lo que veían sus ojos. En los brazos del equipo había una camada de cachorros recién nacidos, con sus pequeños cuerpos retorciéndose y maullando en la penumbra. A Dave le dio un vuelco el corazón al ver la reacción del pastor alemán. La perra movía el rabo y gemía de alegría, lamiendo y acariciando a los cachorros como si fueran lo más preciado del mundo. Dave se dio cuenta de que eran los cachorros que había estado buscando todo el tiempo. Sintió que le invadía una oleada de alivio y euforia, matizada con una pizca de culpabilidad por haber subestimado los instintos maternales de la perra.
El corazón de Dave se llenó de felicidad al ver cómo se reunían la madre y sus cachorros, y no pudo evitar sonreír al ver sus juguetonas y adorables interacciones. Se sintió aliviado de que estuvieran a salvo, pero una punzada de preocupación rondaba su mente sobre el paradero del dueño de la perra. Si nadie se presentaba a reclamarlos, sabía que no podría resistir la tentación de hacerse cargo de toda la familia canina, con sus colas movedizas y sus ojos amables.