Mientras Dave se arrastraba por la estrecha alcantarilla, sentía una creciente inquietud. El fétido olor del agua le provocaba arcadas y la oscuridad era casi asfixiante. Aferró con fuerza su teléfono en la mano, agradecido por el pequeño rayo de luz que le proporcionaba. Pero incluso con la luz, los retorcidos pasadizos le desorientaban, y Dave se encontraba constantemente dando vueltas y volviendo sobre sus pasos. Los sonidos que había oído antes eran cada vez más fuertes, pero parecían venir de todas direcciones a la vez, lo que le confundía aún más. De repente, se dio cuenta de que estaba irremediablemente perdido.
A pesar de la frustración de estar perdido, la determinación de Dave por completar la tarea brillaba más que nunca. Se negó a dejarse vencer por el laberinto de tuberías y aguas turbias. Cada paso que daba estaba impulsado por un inquebrantable sentido del propósito, y con cada momento que pasaba, su determinación se hacía más fuerte. Con su fiel linterna en la mano, siguió adelante, decidido a conquistar el reto que tenía por delante.