Esmerelda, que había tenido tanto miedo de contar la verdad, se sentó al lado de Mary y vio cómo llegaban las respuestas. «Nunca pensé que a nadie le importaría», admitió con voz temblorosa. «Siempre creí que la gente seguiría viéndole como un traidor. Pero ahora le ven como era»
Mary y Esmerelda recibieron mensajes de veteranos, historiadores e incluso de personas que habían vivido la guerra de Vietnam. Algunos recordaban al líder político que su padre había salvado. La avalancha de compasión y respeto hacia su padre las conmovió profundamente, ayudándolas a curar viejas heridas.