El trato cruel de la sociedad le pasó factura. Rechazado, incapaz de trabajar, su padre se enfrentó al rechazo y al aislamiento en todo momento. El acoso incesante y la incapacidad de reconstruir su vida lo empujaron al abuso de sustancias, lo que condujo a su trágica muerte, un destino mucho peor que la propia prisión.
Mary guardó un silencio atónito, asimilando el peso de la verdad. Esmerelda lo sabía desde el principio, pero prefirió ocultar a Mary la dolorosa realidad, con la esperanza de protegerla del trágico pasado de su familia. La carga había sido demasiado pesada para que Esmerelda la soportara sola.