Pero una cosa carcomía la mente de Mary: ¿qué podía haber revelado la prueba de ADN que fuera tan devastador que Esmerelda sintiera la necesidad de ocultárselo a toda costa? Era un secreto que había destrozado a su familia, y ahora Mary estaba más decidida que nunca a descubrirlo.
Mary sabía que necesitaba otra forma de obtener respuestas. Enfrentarse de nuevo a su hermana era imposible, y no podía confiar en la clínica de ADN. Sólo se le ocurría una persona: su sobrina Jessy, que era abogada. Jessy valoraría la verdad, sin importar las consecuencias.