Mary siempre había comprendido el dolor de su hermana y había respetado sus límites, sobre todo porque Esmerelda era mayor y había vivido más directamente el trauma familiar. En aquel momento, Mary era demasiado joven para recordar mucho, pero Esmerelda, con nueve años, lo había vivido todo.
Ahora, sin embargo, Mary se sentía desgarrada. Una parte de ella quería enfrentarse a su hermana por última vez antes de ir en contra de sus deseos y someterse a la prueba de ADN. Pero tras el tenso intercambio telefónico, Mary sabía que no tenía elección. La negativa de Esmeralda no hizo más que aumentar la curiosidad de Mary. ¿Qué podía ser tan terrible para que Esmerelda lo ocultara tan ferozmente?