El pánico se extendió como un reguero de pólvora cuando los pasajeros se dieron cuenta del peligro que corrían. Los gritos resonaron por toda la cubierta mientras la gente huía en todas direcciones, desesperada por ponerse a salvo. La tripulación, sorprendida por la repentina amenaza, se apresuró a actuar.
Pero la situación ya estaba fuera de control. Nathan no se movió del sitio, sus años de entrenamiento le mantuvieron en calma mientras el caos estallaba a su alrededor. Sabía que huir no solucionaría nada. La única opción era luchar.