A medida que avanzaba la mañana, Nathan se encontraba descansando junto al bar del crucero, con una piña colada en la mano. El calor del sol y el suave balanceo del barco le arrullaron en un raro momento de relajación.
Apoyado en la barandilla, contempla la inmensidad del océano y deja que su mente se distraiga mientras el horizonte se extiende sin fin ante él. Era un momento perfecto, demasiado sereno para ser real.