Sin embargo, el destino le tenía reservado un giro dramático. Bajo el implacable resplandor del sol del mediodía, Tom y Mimi se acercaron a las puertas del antiguo templo. Se le aceleró el pulso al contemplar con asombro las piedras erosionadas, que se alzaban majestuosas desde las profundidades de la selva.
Mimi ronroneaba alegremente sentada sobre el hombro de Tom en los antiguos bosques y templos. Miraba entusiasmada a todos los animales que veía y jugueteaba de un hombro a otro. Estaba claro que Mimi estaba disfrutando a tope de su aventura, cada momento irradiaba su alegría y entusiasmo.