Un gato callejero no para de traer objetos extraños a casa y su dueño encuentra un mensaje oculto

Hizo sonar una pequeña bolsa de golosinas y llamó a Orion por su nombre una y otra vez. Se le quebraba la voz. Las lágrimas se mezclaban con la lluvia cuando se lo imaginaba frío, mojado o asustado en algún lugar. Pasaron los días sin verle. Cada mañana, miraba el teléfono con la esperanza de que alguien le hubiera dejado un mensaje.

El silencio de su buzón de voz era cada vez más profundo. Su casa, antes llena de la energía juguetona de Orión, parecía un cascarón hueco. Por la noche se puso a escuchar maullidos fantasmales. Más de una vez se despertó con el corazón acelerado, convencida de que lo había oído arañar la puerta.