Lo que era aún más preocupante era que el llanto de Bigotes no cesaba; continuaba día y noche, llenando su casa de un sonido inquietante. ¿Qué le pasaba a Bigotes? Casi parecía poseído o algo así..
Después de días de maullidos persistentes de Bigotes, finalmente llegó un punto de inflexión. Jennifer, incapaz de soportar por más tiempo el constante e inquietante ruido, le suplicó a Julian: «Por favor, lleva a Bigotes al veterinario. Tenemos que asegurarnos de que está bien»