Un gato vigila a su bebé todas las noches – Cuando los padres lo ven, rompen a llorar

Cuando llegaron a casa, Jennifer ya no pudo ocultar sus emociones. Abrumada, se derrumbó en el suelo, dominada por sus sentimientos. Las lágrimas corrían por su rostro mientras gritaba, su dolor resonando en su hogar una vez pacífico. «No quiero elegir entre Bigotes y nuestro bebé», gimoteó. Julian intentó consolarla, instándola a no preocuparse tanto. «Quizá no pase nada», le dijo en tono amable. Sabía que las cosas podían salir mal, pero no quería aumentar la angustia de su mujer expresando sus propias preocupaciones.

Sus palabras ofrecieron cierto alivio. Poco a poco, Jennifer empezó a recuperar la compostura. Aprendió a ignorar los extraños maullidos y, con el tiempo, se convirtieron en un ruido de fondo familiar. Jennifer ya casi no lo notaba, y sentía casi como si el extraño comportamiento se estuviera reduciendo. Se sintió más tranquila y empezó a relajarse de nuevo. Pero poco sabían que esto era sólo el principio..