Una tarde, después de soportar otra ronda de burlas crueles en la cafetería, Lucas decidió que no podía soportarlo más. Se armó de valor para buscar ayuda y se dirigió al profesor en el que más confiaba, el señor Thompson.
El señor Thompson siempre le había parecido un profesor justo y comprensivo, alguien que se preocupaba de verdad por sus alumnos. Lucas entró en su clase después de las clases, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. El señor Thompson levantó la vista de sus papeles y sonrió, pero su expresión cambió a preocupación cuando vio la cara afligida de Lucas.