La cafetería se convirtió en un campo de batalla donde los asientos se reclamaban en función de la popularidad, y Lucas a menudo se encontraba en las afueras, tanto literal como metafóricamente. Las risas y el parloteo a su alrededor siempre le parecían un mundo aparte cuando se sentaba solo, con su bandeja como prueba de su único consuelo: la comida.
No es que Lucas no intentara pedir ayuda a las autoridades escolares. Pero, por desgracia para él, los profesores no resultaron ser más amables con los problemas de Lucas que sus compañeros.