Lucas no siempre había sido tan grande. Sí, siempre había sido un poco más grande que los demás chicos, pero eso se debía a que era un goloso empedernido que no dejaba pasar un caramelo o dos. Sin embargo, el problema se descontroló cuando entró en la escuela secundaria.
La escuela media es donde las tormentas de la pubertad de los adolescentes cobran fuerza, convirtiendo las aulas y los pasillos en territorios marcados por alianzas cambiantes y rivalidades mezquinas. Para Lucas, cuyo aspecto físico ya le distinguía, navegar por este nuevo paisaje se convirtió en un calvario diario.