Cuando Ariel salió de la habitación, Lucas sintió que le invadía una sensación de cierre. Sintió un inmenso orgullo al enfrentarse a su pasado y elegir superarlo. Al perdonar a Ariel, había puesto fin al círculo vicioso de crueldad.
Por fin había superado el dolor de sus años de instituto. Con un renovado sentido del propósito, Lucas volvió a su trabajo, sabiendo que había hecho lo correcto. En ese momento, Lucas supo que ya no se definía por su pasado, sino por la fuerza y la bondad que llevaba a su futuro.