En sólo cuatro años, Lucas no sólo se había transformado físicamente, sino que también se había fortalecido mental y emocionalmente. Poco a poco, se había olvidado por completo de la noche del baile de graduación del instituto, hasta que un día ocurrió algo totalmente inesperado que volvió a poner el mundo de Lucas patas arriba.
Lucas estaba sentado en su despacho, revisando una pila de currículos para el próximo casting. Mientras rebuscaba entre las fotos y las biografías, un nombre le llamó la atención: Ariel Winters.