La noche del baile, Lucas sintió una mezcla de nervios y excitación mientras se ponía delante del espejo y se ajustaba la corbata por enésima vez. Cuando el reloj marcaba las seis, Lucas se dirigió a casa de Ariel con las flores en la mano.
Lucas respiró hondo, calmando los nervios, y llamó a la puerta de Ariel. Momentos después, se abrió y allí estaba ella, de pie, como una visión salida de un sueño. El vestido de Ariel brillaba bajo la luz del porche y caía en elegantes pliegues.