Lucas era un chico normal de instituto que amaba dos cosas por encima de todo: sus grupos de rock y la comida Y no cualquier comida; a Lucas le gustaba especialmente la comida basura grasienta con la que la mayoría de los adolescentes se dan un festín. Pero a Lucas le gustaban demasiado para su propio bien.
A la temprana edad de 17 años, Lucas ya pesaba la friolera de 190 libras Los pasillos de la escuela no eran precisamente un territorio amigable para él. Los comentarios en voz baja y las risitas le perseguían como una sombra desagradable. Sus compañeros, animados por la crueldad adolescente, a menudo le convertían en el blanco de sus bromas.