Emma se miró en el espejo y se secó las lágrimas. Respiró hondo y se dirigió a la puerta. Pero justo cuando estaba a punto de abrir la puerta. Oyó que llamaban a la puerta. Su corazón empezó a latir más rápido mientras abría la puerta. ¿Sería David?
Cuando abrió la puerta su expresión cambió de esperanzada a decepcionada. No era David. Era su padre. En el momento en que vio a su padre mirarla con una mirada preocupada y escrutadora, se dio cuenta de que podía leerlo todo en su cara. Sabía que algo iba mal.