Peter, presa del pánico, sacó el teléfono con las manos temblorosas y trató desesperadamente de encender la linterna. La oscuridad que le rodeaba era densa y le apretaba por todas partes. Con un clic, un haz de luz se abrió paso a través de la oscuridad, revelando los profundos espacios ocultos del pozo bajo él.
Sus ojos se abrieron de par en par de miedo cuando la luz tocó los rincones del abismo y, de repente, los extraños ruidos que había estado oyendo se hicieron más claros. Podía oír los pequeños resbalones y susurros de movimiento que resonaban en las paredes de piedra. Con el corazón palpitante, apuntó la linterna hacia los inquietantes sonidos, con la respiración entrecortada.