Un hombre se somete a un chequeo rutinario: el médico mira la radiografía y susurra: «Lo siento»

Aquí fuera, Rohan podía exhalar y experimentar la normalidad, sin ser el espectáculo del pueblo. Los campos le daban una sensación de aceptación. Era como si la naturaleza le susurrara palabras tranquilizadoras, prometiéndole que todo acabaría alineándose. En la naturaleza, todo tenía un propósito, y él también. Se aferró a ese pensamiento… hasta que las cosas empezaron a cambiar.

A medida que pasaban los años y Rohan envejecía, su característica barriga se convirtió en una parte aceptada de su personalidad. El acoso disminuyó y las palabras hirientes perdieron su efecto, o eso se convenció él mismo. De tanto oírlas, ya casi no se daba cuenta cuando las burlas y los cuchicheos le seguían por las calles.