Una mujer dejaba que su bebé durmiera con su pitón todas las noches, cuando el veterinario descubrió que había palidecido.

A pesar de las miradas recelosas y las conversaciones en voz baja, Cassandra no se dejó intimidar. Había adoptado a Reggie de un centro de rescate de mascotas exóticas tras ser abandonado por su anterior dueño, y su vínculo era inquebrantable. Sus vecinos no podían entender la conexión que compartía con la serpiente. No se daban cuenta de cómo los ojos de Reggie parecían brillar de comprensión cuando Cassandra le hablaba, ni de cómo le acariciaba tiernamente la mejilla con su cabeza escamosa, como si le asegurara que estaba ahí para ella.

Una serpiente era una compañera ideal para su modesta casa, ya que requería unos cuidados mínimos y no ladraba incesantemente como el perrito de su vecino. Además, hasta ahora no había causado ninguna molestia. Reggie nunca había intentado hacerle daño ni a ella ni a ninguno de los invitados que venían a visitarla. Ojalá sus vecinos dejaran de hacer advertencias incesantes e injustificadas.