La mente de Cassandra era un torbellino. ¿Cómo había podido estar tan ciega ante la verdadera naturaleza de su querida mascota? Durante semanas había ignorado las verdaderas intenciones de Reggie, que dormía junto a su hijo de diez meses. Ahora, la sola idea le producía escalofríos. ¿Qué revelaba esto sobre ella como madre? ¿Había estado poniendo a su hijo en peligro todo este tiempo?
No podía evitar sentirse tonta por no haber reconocido las señales. La forma en que Reggie se había enroscado a su alrededor, la forma en que la había observado con su mirada penetrante. Ella había interpretado estas acciones como afecto y lealtad, pero por desgracia la realidad distaba mucho de ser reconfortante. La reconfortante idea de que su serpiente la vigilara durante la noche ahora le parecía aterradora. ¿Qué ha hecho?
En la pintoresca y tranquila ciudad de Bar Harbor, todo el mundo conocía el nombre y los negocios de los demás, y los cotilleos corrían como la pólvora. Las calles estaban flanqueadas por casas encantadoras, jardines bien cuidados y rostros amistosos. Por eso, cuando Cassandra, una mujer solitaria de treinta y tantos años con predilección por la intimidad, se mudó al vecindario con una enorme pitón llamada Reggie, los murmullos comenzaron casi de inmediato. La gente no podía entender por qué alguien elegiría vivir con un compañero tan inusual, y la preocupación por su propia seguridad creció.