Su cara lo decía todo: ¡era un desastre! Los rizos que deseaba no estaban por ninguna parte. La chica salió de la peluquería con la cabeza convertida en una jungla de mechones lisos, dispuesta a encontrar un nuevo estilista que pudiera convertir su pelo liso en la corona rizada con la que soñaba.
Un fiasco dorado, y no el resplandor que ella tenía en mente. Podría haber deseado un reembolso o una varita mágica para deshacer el desastre brillante. Una cosa es segura, ese estudio no la verá pronto, ¡a menos que le ofrezcan un billete «no dorado» para la redención del maquillaje!