Pero bueno, si los clientes están contentos y sus carteras no lloran, ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Quizá con más práctica, las cosas mejoren. Recuerda, ¡hasta Picasso tuvo su periodo azul!
Aunque la aplaudimos por ser la última visita, ¿no podría haber pedido un descanso en cuanto empezaron los problemas? Una desventura de manicura para recordar