Tina comprendió rápidamente que las acciones agresivas del oso no pretendían ser dañinas. Era evidente que el oso, junto con la pequeña criatura que protegía, necesitaba ayuda, ya fuera de ella o de un veterinario profesional. El corazón de Tina latía con fuerza por la responsabilidad del momento, y su determinación se afianzó al darse cuenta de que ella era ahora su único puente hacia la seguridad y el cuidado.
Se acurrucó en sí misma, minimizando su presencia para parecer menos intimidante. Sorprendentemente, el oso pareció entender el gesto de Tina. Se relajó un poco y sus gruñidos se convirtieron en cautelosos gemidos. Como el peligro no parecía tan inmediato, Tina respiró hondo. Podía sentir el olor a cartón viejo en el aire, mezclado con su creciente determinación de conseguir ayuda y salvar a sus alumnos.