En los días siguientes, Tina se sintió atraída por los cachorros y su vínculo se hizo más fuerte con cada visita. A medida que pasaba tiempo con ellos, sentía que la envolvían una sensación de calidez y afecto que le llenaba el corazón de alegría. Era un marcado contraste con el miedo y la incertidumbre que había sentido aquella fatídica noche en el bosque.
Al reflexionar sobre su viaje, Tina supo que había tomado la decisión correcta al seguir al oso hacia lo desconocido. La había llevado a un lugar de felicidad inesperada, un mundo donde el amor y la gratitud fluían libremente de sus nuevos amigos peludos. Y al mirarlos a los ojos, supo que no sólo había encontrado compañía, sino una conexión profunda que duraría toda la vida.