Un oso irrumpe en una escuela primaria: una profesora llora al ver lo que lleva en la boca

Sus ojos se abrieron de par en par de miedo cuando la luz tocó los rincones del abismo y, de repente, los extraños ruidos que había estado oyendo se hicieron más nítidos. Podía oír los pequeños resbalones y susurros de movimiento que resonaban en las paredes de piedra. Con el corazón palpitante, apuntó la linterna hacia los inquietantes sonidos, con la respiración entrecortada.

La luz reveló docenas de ojos diminutos y brillantes que le devolvían la mirada. Las criaturas, desconocidas e inquietantes, parecían retorcerse y moverse entre las sombras. James apenas podía respirar al darse cuenta de que no estaba solo aquí abajo. La visión de aquellas criaturas, con sus ojos brillando a la luz, le produjo escalofríos. Pero entonces se dio cuenta de algo.