La boca del pozo se perfilaba como un agujero negro sin fondo, listo para engullirlos. Cuando Tina miró hacia abajo, el aire frío y húmedo del interior pareció pegarse a su piel. Aunque no podían ver nada, estaban seguros de que había algo allí, ya que podían oír sus extraños gritos de angustia.
En un golpe de suerte, James había traído consigo una fuerte cuerda. Examinándola cuidadosamente, se volvió hacia Tina con un plan. «Esta cuerda aguantará mi peso. Descenderé para averiguar qué hay ahí» Tina vaciló, con la mente agitada por el temor de que las cosas salieran mal.