Tras horas de viaje, por fin llegaron a la aldea. Era pequeño y humilde, con chozas de techo de paja y estrechos caminos de tierra. Los aldeanos, curiosos y cautelosos, observaron cómo se acercaban los forasteros. Los corazones de Natalie y Adam latían con fuerza mientras preguntaban por la mujer llamada Maria Apio.
Finalmente, una anciana les indicó una modesta casa a las afueras del pueblo. Los Smith intercambiaron una mirada nerviosa antes de llamar a la puerta. La puerta se abrió y apareció una mujer de rostro amable y sonrisa tentativa.