Dentro, el aire era denso y húmedo. Les condujeron por un pasillo poco iluminado hasta una pequeña habitación donde les esperaba Eva. Cuando conocieron a Eva, era tímida y reservada, y se aferraba a un oso de peluche desgastado. Le quedaba grande la ropa y sus ojos, aunque grandes y curiosos, tenían algo de miedo.
Al ver a Eva, Natalie se arrodilló a su altura y, con los ojos llenos de lágrimas, se presentó con delicadeza. «Hola Eva, soy Natalie, y este es Adam. Hemos venido a llevarte a casa»