Natalie, por su parte, se pasaba horas leyendo sobre la cultura y la cocina ugandesas para que la transición de Eva fuera un poco más suave. Por fin llegó el día de la primera reunión. Hicieron las maletas con el corazón palpitando con una mezcla de emoción y nerviosismo. El vuelo a Uganda fue largo y lleno de expectación.
Pasaron la noche en vela por la emoción de conocer a Eva. Cuando llegaron al orfanato, Natalie lloró al ver el edificio en ruinas. Las paredes estaban agrietadas y el patio de recreo no era más que un trozo de tierra con algunos columpios rotos. Los niños jugaban con juguetes improvisados y sus risas contrastaban con las duras condiciones.