En cuanto Peter colocó el equipo de escalada sobre el mostrador, el dueño de la tienda enarcó las cejas con incredulidad. El barco gigante había sido objeto de muchos cotilleos, y aquí estaba Peter, pareciendo prepararse para enfrentarse a él.
«No estarás pensando seriamente en escalar esa bestia, ¿verdad?», preguntó, con la voz entrecortada por la incredulidad y la preocupación. «¡Eso no es sólo atrevimiento, es una auténtica locura! ¿Tienes idea de lo peligroso que es ese trozo de hierro flotante?»