Los instintos de Chris le habían estado carcomiendo desde que se marchó; algo en Natasha no encajaba. Se esforzaba por identificar el origen de su inquietud, pero no podía ignorar los sutiles cambios en su comportamiento. Sus palabras, antes tiernas, ahora sonaban huecas, carentes de la calidez y la sinceridad de antaño. Cuando él le profesaba su amor, esperando que lo tranquilizara, ella desviaba la mirada y respondía con evasivas. ¿Se estaba desvaneciendo su amor o, peor aún, había alguien más?
Desesperado por obtener respuestas, Chris confió en uno de sus mejores amigos del campamento base, alguien que conocía a Natasha desde hacía años. Su amigo se rió de sus preocupaciones y le aseguró que, después de tanto tiempo, era natural que sintiera un poco de celos. Pero en el fondo, Chris no podía deshacerse de la persistente sensación de que no eran simplemente celos lo que le corroía. ¿Había algo más siniestro debajo de la superficie?