La pareja, aparentemente despreocupada, hablaba por teléfono casi todos los días, y a veces incluso se videollamaban. Sin embargo, las videollamadas eran más difíciles para Natasha. Temía que su marido notara los cambios en ella a través de sus expresiones faciales, que a menudo traicionaban sus verdaderas emociones. Chris, tras años de matrimonio, sabía leer sus expresiones.
Como Natasha le llamaba en vídeo, esperaba que no descubriera su secreto. La mera idea de que Chris descubriera que ella ocultaba algo era demasiado angustiosa para ella como para siquiera contemplarla.