Fredrick se adentró en los terrenos del templo, con la inquietante imagen de un mono agarrando a un cachorrito rondándole por la cabeza. Mientras caminaba, se fijó en más monos que correteaban por la zona.
El templo siempre había sido un lugar encantador y caprichoso, y los monos añadían un toque juguetón al lugar sagrado. Sus travesuras, desde arrebatar bocadillos a subirse traviesamente a los visitantes, siempre habían formado parte del encanto del templo. Pero hoy, la escena parecía diferente.
La diversión inicial de Fredrick dio paso rápidamente a una profunda e inquietante sospecha. La cantidad de cachorros era desconcertante. Monos robando cachorros: no se trataba de una simple travesura. Algo iba muy mal.